La moral
“¿Por qué se ha parado?” “¿Soy yo o es mi caballo?” “Otra vez…”, “Este caballo no vale”, y un largo etcétera de frases que, en alguna ocasión, se pueden llegar a oír después de un concurso con un resultado no positivo.
En algunas de estas ocasiones el resultado no acompaña al trabajo realizado durante la semana, el mes, la temporada, etc. Pero en otras el problema es que el resultado sí acompaña al trabajo realizado e incluso al trabajo no realizado. Entiendo que si este resultado se da en el primer caso sea frustrante, el hecho de ir a una competición y salir de la pista con un, teórico, mal sabor de boca. Pero creo que en el segundo caso el problema no está en el concurso en cuestión, hay que ir más allá.
Cierto es que hay caballos que “no valen”, es decir, lo que les pedimos es demasiado; bien porque están dando el 100×100 y están en su límite, bien por algún problema físico, bien por falta de experiencia, bien porque el jinete puede no ser el adecuado, etc.
Con relativa frecuencia se le echa la culpa al “empedrado”, en nuestro caso, al caballo. Pero… ¿qué parte de culpa tiene realmente el caballo? Y ¿cuál es el origen de esa culpa?
Lo primero que debemos preguntarnos es cómo hemos planteado el concurso y el trabajo frente al mismo. ¿Estamos trabajando bien? ¿Es pronto para presentarse a un concurso? Quizá esta pregunta la deben valorar dos personas, el jinete en cuestión y su preparador (el profesor o entrenador). Aquí es donde debemos observar la moral de nuestro caballo. La moral la podemos ver, por ejemplo, en cómo está saltando (si de cada 3 saltos en uno le damos un susto, puede que su moral esté un poco baja). También debemos atender a si el caballo ha tenido alguna mala experiencia recientemente.
Otra cuestión que debemos tener en cuenta es con qué fin trabajamos diariamente a nuestro caballo. ¿Para competir? ¿O trabajo para mejorarlo (y de paso, aprendo) y la competición es parte de este trabajo? Este aspecto puede ir ligado en función de la experiencia del jinete.
En relación con el jinete, cuando mantiene una dinámica negativa frente al concurso (o frente al hecho de saltar en general), esta dinámica puede hacer que nuestra concentración en el concurso se vea afectada y aparezcan los nervios, y en consecuencia determinados errores. Cuando la moral del jinete está baja pueden aparecer dos estados. Por un lado, la sensación de “que mal jinete soy” y por otro, lo mencionado anteriormente, “que malo es mi caballo” (quizá esta última sea la más habitual).
Cambiar esta dinámica es importante y necesario. Podemos pensar que la vía más sencilla pasa por cambiar de caballo (en determinados casos será la correcta); también podemos competir en una prueba de menor altura; que un jinete más experimentado trabaje o concurse a nuestro caballo, etc.
También podemos tratar de cambiar el estado de nuestra moral mediante el trabajo, el trabajo diario con nuestro caballo. Deberemos analizar nuestras rutinas de trabajo y por qué no, introducir algunos cambios con el fin de que la mejora sea visible. No debemos precipitarnos y pensar que con 10 días de trabajo todo cambia; es un trabajo progresivo que necesita su propia evolución.
Es importante y necesario valorar fríamente cuál es el origen del problema. No debemos cometer el error de mirar sólo el resultado de uno o varios concursos, sino que debemos atender al trabajo diario y valorar como se puede mejorar el mismo. No siempre es necesario saltar la altura en la cual competimos, saltar pequeño puede ayudarnos a recuperar moral (tanto al caballo como al jinete). La confianza tanto de jinete como de caballo puede facilitar mucho las cosas y resolver situaciones frente a un obstáculo que se antojan complicadas.